Ya sea para solucionar un problema o bien para implementar un proceso, muchas compañías acuden a servicios de consultoría empresarial, para tener una visión experta en un área sensible del negocio. Lo importante es saber identificar cuándo se hace necesario este acompañamiento.
Hay veces en que el talento interno simplemente no es suficiente y hay que acudir a un asesor empresarial. Se trata de profesionales muy expertos en un área específica, que pueden entregar recomendaciones basadas en un análisis muy profundo de la organización. A partir de una consultoría externa, se pueden implantar medidas o soluciones idóneas a una compañía en particular, aumentando la productividad y competitividad de la misma.
La causa más frecuente por la que una firma decide contratar los servicios de un consultor de empresas es por un problema específico o genérico. El primer caso, es cuando el propietario detecta un problema o necesidad en su organización, pero no dispone de los medios (tiempo, personal, conocimientos, etc.) para poder solucionarlo. Mientras, el segundo caso es cuando algo va mal, pero no se sabe muy bien de dónde viene la deficiencia. La empresa tiene síntomas de disminución de las ventas, pérdida de competitividad, etc., pero no es capaz de ver qué está pasando.
En este último escenario, el consultor independiente entrega una perspectiva diferente y con experiencia desde distintos prismas, por lo que podrá ver objetivamente qué está fallando y cómo solucionarlo.
Ahora bien, independiente del problema, una consultoría nos proporcionará soluciones específicas y efectivas: el consultor empresarial entrega una solución enfocada al problema, siendo además la más efectiva.
También se hace necesaria esta figura para implantar o mejorar procesos y sistemas. Un asesor profesional puede ayudar a corregir una situación que se ha deteriorado, para mejorarla o bien crear un procedimiento totalmente nuevo.
A menudo, cuando las empresas tienen una cultura muy arraigada, los miembros no son capaces de ver el origen del problema y proponer nuevas soluciones, debido a los hábitos establecidos que muchas veces se realizan sin cuestionarse. En estos casos, el consultor externo es realmente beneficioso, ya que desde fuera se ve todo más claro y objetivo, y un pequeño detalle que dábamos por hecho puede ser la clave. De esta manera, lo que nos parecía un sobrecoste poco necesario, se convierte en la solución a un problema mucho mayor con el que ganaremos a corto y largo plazo.
Algunos propietarios pueden ser reticentes a dejar que una persona ajena a la organización pueda ver sus resultados y que además ofrezca soluciones que no se le hubiera ocurrido a una persona interna. Sin embargo, debemos saber que para un consultor, su día a día es revisar cuentas y datos de empresas ajenas. Dentro de su código ético está el no revelar los datos analizados.
Además, el optar por una consultoría de negocios, permite a las compañías salir de la zona de confort. Es importante tener en cuenta que puede que lo que llevemos haciendo durante años nos haya servido hasta ahora, pero en la actualidad, las innovaciones en tecnología y en los procesos hace necesario el renovarse o morir. Frente a este escenario, siempre es bienvenida una persona nueva que aporte ideas diferentes y que puede alentar a realizar cambios para mejorar.